Escribo este Reflejo en un tren, yendo de Roma hacia Carrara, mi hermoso pueblo en Toscana. Con cinco horas y media de viaje… tendré tiempo para escribir. Y hoy quiero hacerlo sin juicio ni censura, dejando hablar al corazón.
Hace algunos días un lector me escribió que en el ámbito espiritual hay mucha teoría, pero es difícil encontrar consejos prácticos sobre cómo actuar para cambiar la propia vida. Su observación no está del todo mal, así que trataré dar un consejo, algo que practico todos los días.
Sin embargo, en primer lugar, quiero permitirle al corazón expresarse, porque estoy convencido de que el principal obstáculo en el camino hacia la felicidad es rechazar o ignorar algunas ideas que pueden ser faros en nuestros camino. Atención: no te pido creer lo que digo. Te pido intentar leerlo hasta el final sin juzgarlo. Y si lo logras, aún mejor hasta mañana. Permite que estas palabras reposen en ti.
Somos almas inmortales encarnadas en un cuerpo y venimos a este mundo para aprender. Ya hemos estado sobre esta tierra, lo estamos ahora y aquí seguiremos. Este cuerpo mío, bello o feo, es una envoltura temporal, es el medio por el cual mi alma experimenta la vida en esta tierra. Me he identificado con mi cuerpo, con “mi” vida, con esto que llamo “yo”, pero mi verdadero “yo”, mi esencia, existía antes de mi nacimiento, de mi aparición en el mundo material.
Aparecimos como forma viniendo de un mundo sin forma. Sin embargo, aún en el momento del fin y después del fin, nada terminará! Personas de todo el mundo que han vivido experiencias pre-muerte (por ejemplo, quienes han tenido accidentes graves y por un instante han visto qué hay “del otro lado”) lo confirman: la vida continúa! La muerte es un punto de tránsito. Cuando muere el cuerpo, termina su permanencia en la tierra, pero no deja de existir la esencia la cual regresará al mundo del espíritu para venir otra vez aquí. Hay que confiar. Todo es perfecto.
Este planeta es una escuela a la que venimos para aprender. No quiero negar que exista el sufrimiento, pero recuerdan la escuela? Acaso no habían jornadas tediosas? Otras terribles? Aún si las habían, ahora, a años de distancia, no recordamos cada uno de los días que pasamos allí y en cambio: vemos la escuela como un camino, un medio que nos ha conducido a la universidad o al trabajo, que nos ha ayudado a construir una familia y ha sido parte de la realización de nuestro proyecto de vida. Relajémosnos. Dejemos fluir. Todo es perfecto. Ya hemos estado en esta vida y lo seguiremos estando.
Dediquémonos más bien a reír, a perdonar, a tener compasión, a cultivar pasiones, a divertirnos, a amar a nuestros hijos, padres, amigos… ¡e incluso a los desconocidos! ¡Amemoslos! Amemos a quienes pasen cerca nuestro en la calle; demos una moneda a quien pide limosna, pero sobre todo, hablemosle, sonriamosle. Aprendamos a ser gentiles y a compadecer a quienes no logran ser gentiles. No juzguemos a los demás, mejor pongámonos en sus zapatos.
Habituemonos a dar sin tener que recibir. Cuando pasamos por estados de ansiedad, tristeza, duda, depresión o miedo, recordemos que estamos aquí para aprender. Lo podemos hacer por medio del amor o por medio del sufrimiento, pero siempre con dosis de dolor; así como un niño aprende a veces confiando en sus padres, otros haciéndose mal. A propósito, confiemos en nuestros padres, respetemolos, confiemos en nuestro corazón, mente, intuición, sabiduría interna, en los sentidos de nustro cuerpo, en las bendiciones de nuestro espíritu y en las señales que aparecen a lo largo de nuestros caminos. Encontrar la felicidad no es imposible como parece.
Si una historia de amor nos hace sufrir, recordemos que hemos sido nostros quienes la escogimos: esa situación, esa persona, llegó a nuestra vida por una razón. Muy probablemente vino a enseñarnos algo. Relajemonos. Respiremos. Perdonemos. Perdonemonos. La palabra per-donar contiene en su interior el verbo donar, es un regalo que damos a otros y sobretodo a nosotros mismos.
Aún si el sufrimiento es terrible, recordemos que tarde o temprano pasará. Así como el sol siempre está detrás de las nubes, tambien la alegría está presente tras las nubes del sufrimiento humano. Y por más que las nubes nos parezcan grandes, por más que en los sueños podemos acostarnos o dar botes sobre ellas, en la realidad no son mas que un conjunto de minúsulas gotitas de agua que se convertirán en lluvia, que riega a su vez los campos para que se dé el alimento. Así mismo las nubes del sufrimiento humano que por momentos no nos dejan ver ni una parte del sol que esconden, podrían estar compuestas por gotitas de valiosas enseñanzas que nos permitirán entender y apreciar con mayor consciencia la luz de esa alegría que ocultaban…y de repente ver nacer el arcoiris. Todo sirve, todo es maravilla.
A veces sufrimos porque ponemos resistencia a los ciclos naturales de la vida: reconocerlo en su perfección significa arar el terreno sobre el que germinará la alegría. Desear el verano en el invierno, me hará sufrir aunque también me recuerda que regresará dentro de un tiempo. Además aceptar el invierno, quizá me lleve a descubrir que con una buena bufanda y guantes, puedo salir a pasear y jugar con la nieve. La paz y la alegría se encuentran ya en donde estamos si tan sólo aceptamos los ritmos de la vida y el canto de su mágico presente. El camino a la felicidad, dice Buda, no existe, la felicidad es el camino!. “Llegar a ser primavera significa aceptar el riesgo de ser invierno”
Y ahora, concluyo con el consejo práctico que prometí al inicio.
Cuando despertemos en la mañana, digamos gracias. Gracias por la noche que acaba de pasar, por el día que inicia, por la suerte de abrir los ojos, de vivir este día. Gracias por los regalos pasados y futuros. Agradezcamos en particular por estos últimos, incluso si aún no los vemos. Confiemos.
Si te parece poco como consejo, recuerda que estas son épocas de guerra y calamidad, que hay lugares en el mundo en donde eso ocurre en todo momento. Incluso han habido épocas en que no existían condiciones para la vida, es decir: ni guerra, ni tristeza, ni paz, ni felicidad, no existía la vida y ya. No es banal dar las gracias.
Dar gacias es dar inicio al camino hacia la felicidad. No importa si la noche que apenas pasa ha sido terrible y si el día que inicia no promete nada de bueno. Todo pasa, todo se transforma. Pensemos en este gracias como una semilla que plantamos: un nuevo comienzo. La palabra tiene poder. Mañana insistamos con otro gracias, así al siguiente día y al siguiente tambien. Y no nos impacientemos si no vemos los resultados de inmediato. Las semillas necesitan tiempo para nacer. A veces algunas semanas, otras una estación completa. ¿Recuerdan la idea de no desear el verano durante el invierno? Hay plantas que, siendo sembradas en noviembre, esperarán hasta la primavera para nacer; sin embargo, será necesario cada día, cada gracias para que esa planta crezca bien, saludable, exhuberante. La planta de nuestra alegría y consciencia, las nueva flores de nuestro jardín.
Espero haberte transmitido un poco de la alegría que estas palabras me ha dado por tan sólo escribirías. Si te gustó este artículo, como siempre, puedes compartirlo con tus amigos o las personas que quieres, Mientras tanto, gracias por leerme y hasta el próximo Reflejo.
Las tres fotos que aparecen en este artículo fueron tomadas por mi y Laura en tres mágicos momentos de nuestro último viaje por la pequeña gran Italia.
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Clemencia Avila-Acosta
Apr, 26, 2016Gracias por tu reflejo, ¡un gran aprendizaje! y por compatir tan hermosas fotografías.
Reflejos de Luz
Mag, 2, 2016Gracias a ti querida Clemencia 🙂