“¿Como hago para hacerle entender a mi mujer que cuando miro hacia afuera por la ventana, estoy trabajando?”
Esta frase es de Joseph Conrad, autor de El corazón de las tinieblas. Lo que el escritor quería decir es la labor creativa no siempre es facil de “entender”: la inspiración, la idea, puede llegar en cualquier momento y en cualquier forma. Tambien, justamente, mirando hacia afuera por una ventana.
A su vez, la frase me recuerda un episodio que ocurrió hace algunos años, que se relaciona con un tema ya tratado en este blog: la necesidad de no juzgar. Por medio de un amigo en común, conocí a un tal Gian Maria. Era un chico brillante y simpático, quería ser actor pero por el momento no estudiaba, no trabajaba y daba la impresión de no dedicarse a nada en particular. Prácticamente parecía que perdía el tiempo desde la mañana hasta la noche.
Perplejo y al mismo tiempo curioso por su comportamiento, una tarde que estaba con nuestro amigo en común, aproveché para preguntarle que hacía exactamente Gian Maria en la vida. La respuesta fue: “va al cine“
Quééé??? Abrí los ojos de par en par mientras miraba perplejo al amigo en comun esperando una aclaración, pero él confirmaba que eso era exactamente a lo que se dedicaba, agregando solo que: “si comienzas a ir al cine cuatro o cinco veces a la semana, se vuelve algo serio“.
Empecé a reír a carcajadas burlándome de esta respuesta, consideré Gian Maria un irresponsable y a mi amigo como una especie de cómplice que en lugar de conducirlo hacia el “camino correcto” incluso lo apoyaba en este comportamiento perverso.
Obviamente, me equivocaba.
Hoy Gian Maria es actor. Se graduó en una prestigiosa academia y dedica su vida al teatro con óptimos resultados. Solo al pasar algunos años, comprendí que ir tan seguido al cine le servía para sumergirse en el mundo de la interpretación, mundo que poco tiempo después lo acogería con los brazos abiertos. Así como Conrad miraba por la ventana en la búsqueda de ideas, Gian Maria miraba fascinado y con constante disciplina la gran pantalla, buscando aprender, por medio de la observación, acerca del trabajo que deseaba llevar a cabo desde el fondo de su corazón
Moraleja de la fábula?
Si tienes un sueño, cree en el. Y si tu instinto te sugiere hacer algo para realizarlo, hazlo. Por mas absurdo que pueda parecer, hazlo sin prestar atención a los juicios de los demás. Es posible que tu, a diferencia de ellos, logres ver en ello el camino para alcanzarlo. Y no pienses que quien te juzga es “malo”, porque puede ser, simplemente, que sea incapaz de ver aquello que tu ves. Dentro de algunos años, cuando te vea sonriente cabalgar sobre tu sueño realizado, se dará cuenta de la utilidad de ir al cine o mirar por la ventana.
Disculpa, Gian Maria. Y gracias. Y, de hecho, gracias por el ejemplo de aquellos que, como tu, han perseguido calladamente sus sueños… al final, tambien yo decidí seguir los mios.
Hasta el próximo Reflejo
quiero agradecer por a Laura Avila Rincón que me dio muchas ideas y me ayudó revisando la forma y el contenido de esta entrada, gracias.
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