casa de barro, Villa de Leyva. Imagen de portada de tres relatos

Hoy les cuento tres historias

casa de barro, Villa de Leyva, Colombia

Hola a todos y bienvenidos a este nuevo Reflejo.

Esta que se ve en la foto es la famosa Casa de barro de Villa de Leyva, Colombia. Villa es un pueblo que amo mucho y es precisamente donde tomé la foto con las casas y las carreteras blancas, la portada del blog. Llegué ayer y justo esta tarde después de un lindo paseo en bici fui a visitar la Casa de Barro. No pude evitar compartir la foto de esta maravilla; sin embargo, no es este el tema que les propongo en esta entrada, sino tres historias que quiero contarles. Va la primera!

Tanzan y Ekido, dos monjes Zen, caminaban por un sendero rural anegado a causa de la lluvia. Cuando se acercaban a una aldea, se encontraron con una preciosa muchacha, vestida con un kimono y un ceñidor de seda, incapaz de vadear el camino. Sin pensarlo dos veces, Tanzan la alzó y la pasó hasta el otro lado. Los monjes continuaron caminando en silencio. Cinco horas después estando ya muy cerca del templo donde se alojarían, Ekido no pudo resistir más. “Los monjes como nosotros” le dijo a Tanzán “no deben acercarse a las mujeres, sobre todo si son bellas jovencitas. ¿Por qué lo hiciste?.”Hace horas que dejé a la muchacha“, replicó Tazan. “¿Todavía llevas su peso encima?”

¿Y nosotros? ¿Cuánto tiempo vamos a esperar antes de dejar a la muchacha? Dicho de otra manera: ¿Cuánto tiempo más seguiremos llevando la carga de nuestro pasado? El pasado puede ser un buen profesor, nos puede enseñar a no repetir los mismos errores. Sin embargo, a veces se impone en nuestros pensamientos, en nuestras emociones, afecta la capacidad de elegir y empieza a dirigir nuestra vida. Quizás te ha pasado que escuchas a algún amigo o amiga decir: “¿porque siempre me pasa lo mismo?” ¿Tal vez también lo dijiste? Cuando decimos esto, puede que estamos reproduciendo antiguos patrones procedentes de nuestro pasado, estamos repitiendo antiguas pautas mentales que de alguna forma hacen que el presente llegue a ser “el mismo” de siempre. Como el monje Ekido, en lugar de disfrutar del camino, de los paisajes y de su paz, dirigimos nuestras mentes hacía acontecimientos que ya ocurrieron. Entonces: ¿vamos a dejar a la muchacha o seguimos llevándola por las próximas cinco horas? Segunda historia:

Un hombre sabio ganó un carro de lujo en la lotería. Su familia y amigos se sintieron felices por él. “¡Qué genial!” dijeron. “Tienes mucha suerte.” El hombre sonrió y dijo, “Tal vez.” Por algunas semanas se divirtió manejando el auto. Pero un día un conductor ebrio se estrelló contra su nuevo carro y le mandó al hospital con heridas múltiples. Su familia y amigos lo visitaron y dijeron, “¡Qué mala suerte tuviste!” El hombre sonrío de nuevo y dijo, “Tal vez.” Cuando aún se encontraba hospitalizado, una noche hubo un derrumbe y su casa cayó en el mar. De nuevo sus amigos vinieron el día siguiente y dijeron “Qué suerte tienes que aún estabas aquí en el hospital.” Y una vez el hombre sabio contestó: “Tal vez.

Esta me hace pensar en otra historia que me contaron hace un tiempo: un hombre que se enojó muchísimo por haber perdido su vuelo a causa de un retardo y dio un escándalo en el aeropuerto. Empezó a gritar que a causa de ese problema estaba perdiendo un importante encuentro de negocios y amenazaba con demandar a la aerolínea. Todavía no había dejado de gritar cuando llegó la noticia de que se había caído el avión en el que él debería haber viajado. El mismo retardo que lo estaba enloqueciendo le salvó la vida. Seguramente escogí un ejemplo “extremo” pero…como escribí en el Segundo intermedio, ¿Será que podemos tratar de juzgar menos? En este caso, no me refiero a juzgar a los demás sino a juzgar lo que ocurre en nuestro presente. Después de lo que acabas de leer, ¿todavía estás seguro de conocer cuáles situaciones pueden ser consideradas “buenas” y cuales “malas”? Va la tercera, y última historia.

Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto, el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos metros por debajo de la parte helada y para salvarlo, la única opción que había era romper la capa que lo cubría. Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía, buscó rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas. Golpeó, golpeó y golpeó hasta que consiguió abrir una grieta por la que metió el brazo para agarrar a su compañero y salvarlo. A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro, llegaron los bomberos. Cuando contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa. “Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? Comentaban entre ellos. Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos. “Yo sí sé cómo lo hizo”. Dijo. “¿Cómo?” Respondieron sorprendidos. “No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.

Mi experiencia de profesor de canto me confirma al cien por cien lo que expresa este lindo relato. El trabajo con mis alumnos, a parte de las técnicas vocales, se concentra en impulsarlos para que superen sus límites. Piensa en un recién nacido, ¿te diste cuenta que puede gritar durante horas sin perder la voz? Considero que como lo alcanza él, igual de fácil lo puede conseguir un adulto. Además de esto, fíjate en la expresión “suerte del principiante” y procura responder a esta pregunta: ¿los principiantes tienen suerte por casualidad o por un motivo desconocido y misterioso? O tal vez, simple y mágicamente, están menos apegados a los objetivos, les importa menos el resultado, y por eso son más libres y alcanzan metas en las que los expertos fracasan?

No te sé contar el motivo del porque escogí estas tres historias. Quizás fue porque me pasó, en diferentes partes, de escucharlas en estos últimos días. Pero entonces porque me pasó justo en estos días de leerlas? Será de casualidad? No puede ser, porque como escribí en un ReflejoLas cosas ocurren por una razón. ¿Será que estos tres relatos guarden relación entre ellos?

Tal vez si dejamos la carga de nuestro pasado y al mismo tiempo dejamos de juzgar el presente, llegamos a ser como el niño del tercer cuento: capaces de actos increíbles, aunque pequeños y débiles como somos. Si…puede que esto sea el significado. Entonces algunas preguntas útiles para mi y para ti (que estamos compartiendo estos cuentos) podrían ser:, ¿cual es la carga que me estoy llevando en este momento? ¿Cuales los juicios sobre mi presente? Te dejo reflexionar sobre eso y te envío la luces de los destellos del atardecer que he visto hoy cerca de la Casa de barro, que se convirtieron poco a poco en una grande paz, que aún llevo dentro de mi.

Elvio

Hasta el próximo reflejo!

casa de barro, Villa de Leyva, Colombia

Quiero dar las gracias a Luz Marcela Ayala Lizarazo por la revisión del texto y sus valiosas correcciones. 

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