como dejar de juzgar y criticar

Quiero dejar de juzgar

como dejar de juzgar y criticar

Estoy sentado en una cafetería de Bolonia, Italia, el computador en la mesa está prendido…quiero escribir algo aquí en el blog. Tenía una idea, pero acaba de pasar algo que, tal vez, me gusta más.

Hace poco entró un señor. Llevaba puesto un gorro, se fue hacía una de las ultimas mesas y se sentó sin quitarlo; eso, en Italia, aunque no es nada grave, se considera de mala educación. Pues, viendo que no se lo quitaba, me quedé sorprendido e incluso me molestó un poco. No digo mucho, pero un poco si, me molestó.

Pero no pude terminar de pensar en ello que ya se lo había quitado.

Entonces me fijé en su cara: no podía negar que me resultaba simpático: estaba escribiendo, como yo y tenía el pelo rizado y despeinado, como yo. Mientras lo estaba observando, estornudé. Me dijo “salud ” y sonrió, con una sonrisa tan amable que me hizo olvidar mis primeros pensamientos.

Me di cuenta que lo estaba juzgando: por supuesto no fue un juicio “duro”, pero la primera reacción fue juzgarlo, casi como algo automático; y eso no me gusta porqué justo en esta época estoy reflexionando sobre acerca de la importancia de dejar de juzgar a los demás… y cuanto más me fijo en eso, más me doy cuenta de cuanta energía desperdicio cada día juzgando.

 

Interrumpo solo un momento la narración para pedirte un “like” para este post. A ti te quita solo algunos instantes pero para mi y para el blog es ¡muy importante!

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Entonces le agradecí por decirme salud y sonreí. Junto a mi sonrisa, sin pronunciarlas, habían estas palabras: disculpa si te juzgué. No dije nada, pero lo pensé…no hay diferencia entre decir las cosas y pensarlas: te juzgué sin conocerte, pensé que eres un mal educado, pero me equivoqué.

Me habría gustado decirle en serio esas palabras, pero no lo hice. Me contenté del sonido pacificador de aquellas palabras en mi mente.

No sé si llegará un día en el que los seres humanos expresarán todos sus pensamientos y emociones, reconociendo sus errores y quizás riéndose de ellos. Pero, mientras, quiero dedicarme a un proposito que estoy seguro me hará vivir mejor y ahorrar mi energía: quiero intentar juzgar menos.

Si en un día cualquiera estoy acostumbrado a juzgar 100 veces, quiero bajar a 99. En ese mismo instante, al terminar la frase, veo que el caballero se ha levantado, se ha puesto el gorro y está saliendo. Ahora mismo se está despidiendo con la sonrisa amable de antes, que estoy devolviendo con mucho gusto. Dentro de mi sonrisa…esta también el agradecimiento, por haberme inspirado este post. Hasta el próximo Reflejo y un abrazo!

 

Quiero dar las gracias a Ximena Mosquera por la revisión del texto y sus valiosas correcciones. 

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